Síguenos:

San Isidro y la conquista de Cuenca: la leyenda que muy pocos conocen

La conquista de Cuenca en 1177 por Alfonso VIII, en plena festividad de San Mateo, no solo es un episodio militar clave en la historia de Castilla. Entre sus muros se esconde también una de las leyendas más sorprendentes y misteriosas: la presencia de San Isidro Labrador, que habría guiado al joven rey en su victoria y vuelto a aparecer décadas después en las Navas de Tolosa.

Redacción - Actualizado: 20/9/2025 9:06
Imagen principal de la noticia
Escena de la Conquista de Cuenca
Escena de la Conquista de Cuenca

Era una fría noche en las orillas del Júcar y el Huécar, a las faldas de la montaña donde se alzaba la ciudad de Cuenca. El silencio solo se rompía con el crepitar de las hogueras en el campamento cristiano, mientras Alfonso VIII y sus hombres aguardaban con paciencia tras largos meses de asedio.

Semanas antes, una misteriosa luminaria había guiado a los soldados hasta hallar una figura enterrada en la ribera del río: la Virgen de la Luz, que con el tiempo se convertiría en patrona de la ciudad. Aquel hallazgo encendió la fe de las tropas y reforzó la convicción del joven rey, que apenas tenía 18 años, de que el desenlace estaba cerca.

Mural sobre la Conquista de Cuenca en la Plaza de España de Sevilla
Mural sobre la Conquista de Cuenca en la Plaza de España de Sevilla

Y fue entonces cuando apareció un humilde pastor, Martín Alhaja, al que en un principio los soldados tomaron por un intruso. Sin embargo, aquel hombre aseguraba portar un mensaje divino: le reveló a Alfonso VIII por dónde debía entrar en la ciudad. El punto débil estaba en la puerta de Aljaraz —la actual Puerta de San Juan—, custodiada por un guardián ciego.

La historia se funde así con la leyenda: el 21 de septiembre de 1177, día de San Mateo, las tropas castellanas, leonesas y aragonesas lograron penetrar en la ciudad, culminando la conquista de Cuenca tras nueve meses de resistencia musulmana.

El triunfo de la Santa Cruz en la batalla de las Navas de Tolosa - Marceliano Santa María
El triunfo de la Santa Cruz en la batalla de las Navas de Tolosa - Marceliano Santa María

Un reencuentro inesperado en las Navas de Tolosa

La leyenda, sin embargo, no acaba en 1177. Treinta y cinco años después, en plena batalla de las Navas de Tolosa (1212), Alfonso VIII volvió a encontrarse con aquel mismo pastor en su campamento. Para sorpresa del rey, el hombre seguía igual, sin mostrar signo alguno de envejecimiento. Martín Alhaja volvió a guiarle en la que sería una de las victorias más decisivas de la cristiandad frente a los almohades.

El descubrimiento del verdadero rostro

De regreso a Madrid, el monarca asistió a la exhumación de los restos momificados de San Isidro Labrador, que se encontraban en la iglesia de San Andrés. Al contemplar el rostro del santo, Alfonso VIII quedó conmocionado: era la misma cara que había visto en Cuenca y en las Navas de Tolosa. Solo entonces comprendió que aquel pastor que lo había acompañado en dos momentos clave de su vida no era otro que San Isidro.

Este relato, extraído de antiguas leyendas castellanas, aporta un halo de misterio y espiritualidad a la conquista de Cuenca. Más allá de la historia documentada, la tradición recuerda que la ciudad fue escenario de uno de los milagros post mortem más célebres atribuidos a San Isidro, reconocido por la Santa Sede en su canonización de 1622.

Así, Cuenca no solo celebra cada septiembre su conquista medieval, sino que también conserva viva una narración que mezcla fe, historia y mito. Porque quizá, entre las murallas de piedra y el eco del Júcar, todavía resuene la huella de lo sobrenatural.

logo LVD Magazine
Síguenos en: