Hay voces que no mueren nunca, que se quedan grabadas en la memoria colectiva como un eco eterno. La de Nino Bravo es una de ellas. Su timbre impecable, su manera de transmitir emociones y su repertorio inolvidable lo convirtieron en uno de los grandes iconos de la música española. Y ahora, en pleno 2025, Valencia vuelve a escucharlo de la mejor manera posible: con un homenaje multitudinario en el recién inaugurado Roig Arena.
Luis Manuel Ferri Llopis, más conocido como Nino Bravo, nació en Aielo de Malferit (Valencia) en 1944. Desde muy joven mostró un instinto musical poderoso, pasando de cantar en orquestas locales a convertirse en la gran revelación de la canción melódica en España. En apenas tres años de carrera en solitario, dejó una huella imborrable con temas como Un beso y una flor, Libre, América, América o Te quiero, te quiero.
Su voz, capaz de ser dulce y desgarradora al mismo tiempo, traspasaba fronteras y emociones. Era un intérprete de los que cantan con el alma, alguien que no solo entonaba melodías, sino que compartía verdades.
La carrera de Nino Bravo fue tan meteórica que apenas dio tiempo a que ofreciera grandes giras multitudinarias. En vida, su actuación con mayor proyección y público fue en el “Festival de la Canción de Río de Janeiro” en 1970, donde representó a España y cantó Te quiero, te quiero y Elizabeth. Aquel evento reunió a miles de personas en el famoso Maracanãzinho, con un ambiente casi propio de un estadio, algo inédito para un artista español de su generación.
En España, sus conciertos solían ser más íntimos, en teatros y salas de mediana capacidad, porque su carrera en solitario apenas duró entre 1970 y 1973. Sin embargo, cada aparición televisiva (especialmente en TVE) multiplicaba exponencialmente su audiencia: millones de telespectadores lo escuchaban desde casa, algo que en esa época tenía todavía más impacto que los conciertos presenciales.
Valencia siempre fue su casa y su pilar. Desde su forma de vivir a su manera de cantar, la raíz mediterránea jamás lo abandonó. Esa conexión se refleja en la pasión con la que aún hoy los valencianos lo recuerdan como su artista más querido. El concierto en el Roig Arena no es solo un espectáculo: es la reafirmación de ese vínculo eterno entre Nino Bravo y su tierra natal.
Quienes lo conocieron hablan de un hombre generoso, humilde y discreto. No buscaba el protagonismo más allá del escenario y vivía la música como una extensión de sí mismo. Su personalidad cálida contrastaba con la potencia de su voz, creando la imagen de un artista genuino, tan cercano como inolvidable.
El accidente en el que murió Nino Bravo fue tan repentino como trágico, y es parte inseparable de la leyenda que rodea su figura.
El 16 de abril de 1973, Nino Bravo viajaba en coche desde Valencia hacia Madrid junto a su representante, un guitarrista y un miembro de su equipo. El vehículo en el que circulaban, un BMW 2800 conducido por uno de sus acompañantes, perdió el control a la altura de Villarrubio (Cuenca), saliéndose de la carretera en una curva peligrosa, en un tramo complicado de la antigua N-III. Tras varios vuelcos, el impacto fue fatal. Nino Bravo resultó gravemente herido y, aunque intentaron trasladarlo al hospital más cercano, murió por las lesiones internas antes de llegar. Tenía solo 28 años.
El suceso causó un enorme impacto mediático y social: España entera lloró a un artista que estaba en pleno auge y que apenas había empezado a desplegar su talento. En Valencia, miles de personas se echaron a la calle para despedirlo en su funeral, en lo que se convirtió en una de las manifestaciones de dolor más multitudinarias de la época.
Más de cincuenta años después, sus canciones continúan sonando en celebraciones, programas de televisión, playlists y conciertos. La grandeza de Nino Bravo es que su música nunca ha dejado de acompañar nuestras vidas. Este homenaje en Valencia no solo recuerda al artista, sino al hombre que, desde su sencillez, se convirtió en leyenda.
En el Roig Arena, veinte artistas se unirán para dar vida a esos himnos que tantos corazones marcaron. Porque Nino Bravo no se fue: sigue viviendo cada vez que suenan sus canciones y cada vez que alguien, con los ojos cerrados, deja que esa voz única le erice la piel.