Las Fiestas de La Paloma cierran el ciclo de verbenas castizas de agosto en el centro de Madrid tras San Cayetano y San Lorenzo. Su epicentro está en la iglesia de la Virgen de la Paloma y San Pedro el Real y en las calles que la rodean, con la calle de la Paloma, la calle de Toledo y Las Vistillas como escenarios imprescindibles. No es una fiesta cualquiera: es un cruce perfecto entre fe y calle, entre memoria vecinal y ganas de pasarlo bien.
La devoción nace a finales del siglo XVIII, cuando el lienzo de la Virgen se populariza en La Latina gracias a la vecina Isabel Tintero. Desde entonces, la “Paloma” —que toma su nombre de la calle, no de un título mariano antiguo— se ganó el cariño de Madrid hasta convertirse en su patrona popular. La patrona oficial es la Almudena, pero la Paloma tiene esa magia de lo cercano: la pides a pie de barrio y sientes que te mira de tú a tú.
El día grande llega el 15 de agosto, festividad de la Asunción. Por la mañana, el templo se llena con la misa solemne y las ofrendas. Y, a mediodía, sucede el momento que todos esperan: el descenso del cuadro. Los Bomberos del Ayuntamiento de Madrid, de quienes la Virgen es patrona, bajan el lienzo desde el retablo con un sistema de cuerdas y arneses que es puro símbolo y pura precisión. Es un gesto de respeto, de custodia y de memoria: se le rinden honores y se recuerda a los compañeros caídos. Ya por la tarde, la imagen recorre en procesión las calles de La Latina entre pétalos, mantones y promesas susurradas.
Más allá del culto, la calle se convierte en verbena. Los balcones se visten con mantones de Manila, los organillos marcan el paso del chotis y el pasodoble, y los concursos de vestimenta castiza y de mantones ponen color a la jornada. Se escucha a los barquilleros y se brinda con limonada. En las barras improvisadas y tabernas del barrio, el menú es puro Madrid: gallinejas y entresijos, bocata de calamares, tortilla, encurtidos y algún dulce de toda la vida. Al caer la tarde, Las Vistillas suele reunir a multitudes para conciertos y bailes, con un paisaje de farolillos que es difícil de olvidar.
Si vas por primera vez, piensa en clave práctica. Agosto aprieta: hidrátate, lleva gorra y protector solar. El 15 es festivo y la zona se llena, así que el metro es tu aliado. Para ver el descenso del cuadro o conseguir buen lugar en la procesión, conviene llegar con tiempo. El programa y horarios pueden variar cada año, así que revisa la programación oficial del Ayuntamiento y de la parroquia antes de salir; así podrás encajar los actos religiosos con tu ruta de tapeo por La Latina y cerrar el día con música en Las Vistillas.
La Paloma es eso: una ciudad que, por un día, vuelve a sentirse barrio. Una fiesta que huele a jazmín, suena a organillo y emociona cuando los bomberos descienden el lienzo entre aplausos. Si buscas Madrid en estado puro, aquí lo encuentras: tradición viva, verbenas con encanto y un 15 de agosto que se pega a la memoria.