En la costa noreste de Lanzarote, sobre un acantilado de Costa Teguise, se encuentra una de las residencias más singulares y discretas del Estado español: La Mareta. Propiedad de Patrimonio Nacional y gestionada para fines institucionales y diplomáticos, este enclave combina el alma volcánica de la isla con el aura de la alta política.
Su historia comienza a finales de los años 70, cuando el rey Hussein de Jordania encargó su construcción como refugio de vacaciones. Diseñada por el arquitecto Fernando Higueras y decorada por el genial César Manrique, la residencia se funde con el paisaje a través de muros blancos, jardines autóctonos y una arquitectura que respeta la tradición canaria.
El nombre "La Mareta" proviene de un antiguo aljibe que recogía el agua de lluvia, elemento imprescindible en una isla sin ríos. Aunque Hussein nunca llegó a ocuparla, uno de sus hijos sí pasó allí su luna de miel. En 1989, el monarca jordano la regaló al rey Juan Carlos I, convirtiéndose desde entonces en residencia oficial del Estado.
Con una superficie de 30.000 m² de terreno y 1.900 m² construidos, La Mareta ofrece un complejo de 10 bungalows, dos piscinas, un lago ornamental, pistas deportivas, helipuerto y acceso directo al mar. Todo ello en un entorno natural que invita al silencio y la contemplación, pero también a la seguridad y la discreción.
A lo largo de las décadas, La Mareta ha sido testigo mudo de encuentros diplomáticos y momentos personales de grandes figuras. En 1992 acogió al excanciller alemán Helmut Kohl y al líder soviético Mijaíl Gorbachov, junto a su esposa Raisa. También el presidente checo Václav Havel disfrutó de su hospitalidad. La familia real española la frecuentó en momentos tan simbólicos como el duelo por la muerte de Don Juan en 1993 o el Año Nuevo del año 2000, tras el fallecimiento de María de las Mercedes.
En 2005, los entonces príncipes de Asturias, Felipe y Letizia, visitaron la residencia con la princesa Leonor, marcando su última estancia hasta la fecha.
En 2015, el rey Felipe VI decidió dar un giro al uso de La Mareta, destinándola a la promoción turística y cultural de España, en colaboración con el Ministerio de Turismo. La idea: alojar allí a mandatarios, personalidades relevantes y representantes internacionales que contribuyeran a reforzar la marca España, con especial énfasis en las Islas Canarias.
Desde 2018, el principal ocupante documentado ha sido el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, quien ha elegido La Mareta como destino recurrente para sus vacaciones de verano, Navidad y Semana Santa. Acompañado de su esposa Begoña Gómez y sus hijas, Carlota y Ainhoa, Sánchez ha convertido este enclave en su refugio familiar, con estancias que se extienden durante semanas y una agenda oficial de bajo perfil.
Para garantizar su seguridad, se implementan medidas especiales como rastreos costeros por buzos, sistemas de vigilancia reforzados y reformas puntuales, como las acometidas en 2018, que incluyeron mejoras en climatización y seguridad con un coste estimado de 30.000 euros.
A pesar de su uso puntual por mandatarios españoles, no se han confirmado visitas recientes de jefes de Estado extranjeros desde la etapa de Pedro Sánchez. Sin embargo, su valor estratégico sigue siendo indiscutible. La Mareta no solo es un símbolo de las relaciones históricas entre Jordania y España, sino también un recurso institucional para la diplomacia cultural y turística.
Su mantenimiento, cifrado en torno a 10.000 euros mensuales, se justifica como inversión en imagen internacional y promoción de los valores naturales y patrimoniales de Canarias.